¿Y si nunca encontramos judías mágicas? ¿ Y si solo encontramos... judías?

sábado, 13 de agosto de 2011

Alcalá me trae lluvia y otras cosas



Hay días en los que me miro al espejo y me doy cuenta de que a pesar de que me he sentido tan llena como muchos, realmente no he decidido prácticamente nada, empezando porque soy una creación a cargo de un alguien que no me preguntó nunca si yo quería estar aquí.
Formo parte de algo que no entiendo demasiado bien. Cuanto más me relaciono, más observo, me doy cuenta de que ninguna de las personas con las que me he cruzado lo entienden  tampoco. Algunos me exponen sus teorías completamente convencidos de ser los poseedores de la única verdad. Otros se pasan los litros de mano en mano mientas balbuceaban algo de vivir el momento y no hacer caso a nada más. También  los hay que intentan hacerme sentir la llamada de algo intangible que va a salvarme de todo el mal. Otros incluso, han intentado hacerme ver que el sentido de todo está en los otros, en cómo te relaciones con los demás, en la búsqueda de lo que el resto pueda aportarte.

Lo único que he podido sacar verdaderamente en claro y en común es que no te das cuenta de nada, simplemente te absorbe. Un día te descubres a ti mismo comprando cosas innecesarias, sonriendo sin tener por qué hacerlo y hablando de cuestiones que no te habían interesado nunca. Echas un vistazo y te ves estudiando algo que no quieres, trabajando en algo que no te entusiasma, que no llegaste a ser astronauta o veterinaria, y que tu vida está vacía de  sentimientos sinceros. Lloras unas cuantas veces a la semana, y el resto de los días te convences a ti mismo que tienes motivos para seguir siempre adelante. No recuerdas la última vez que hablaste desde el corazón, la última vez que fuiste tú mismo y no una imganen de lo que quieres llegar a ser, de lo que los demás esperan que seas.
Recorres de arriba a abajo  tu apartamento, tus amistades, tu vida entera.  Intentas acordarte de la última vez que te acostaste sin ninguna preocupación, de la última vez que hiciste el amor... y te sorprendes. Es ahí cuando de verdad somos conscientes de que las verdaderas necesidades, las primarias, han pasado a un segundo plano.
Por otra parte, se han desvirtuado muchos conceptos, lo puede notar cualquiera en cualquier conversación. "perdoname", "te amo", "me muero", "lo odio", "me encanta", "nada", "todo", "siempre". Hay veces en las que he amado de verdad y he callado por no encontrar una  palabra que se ajuste bien a lo que siento. Hemos estirajado el chicle por completo, ya nada nos entusiasma de verdad.

La felicidad es bien sencilla, basta con no estropearlo.

Estamos tan acostumbrados a tenerlo todo, que no se nos pasa por la cabeza poder perderlo con pequeños gestos: un mal frenazo, un e-mail, una caricia bajo las sábanas, unas palabras que no supimos sacar de dentro.
La felicidad es bien sencilla, pero siempre lo echamos abajo. No queremos darnos cuenta de que en esta vida sólo nos tenemos a nosotros mismos,  e intentamos construír el castillo en función de los demás. Miro hacia atrás y veo muchos años amontonados sin sentido, muchas frases que tendría que haber dicho y mucho rencor que tendría que haber soltado a gritos, muchos gestos que no tendrïa que haber ignorado.

Siento algo que podría catalogarse de impotencia. Me gustaría salir y contarle a todo el que pase que nos hemos vuelto locos, que tenemos que volver atrás... pero a mis años, que son bastante pocos,siento  que esta esperanza estorba,  que no puedo cambiar lo que empieza después de mi propio cuerpo, que las cosas no suelen salir como espero.

No puedo cambiar todo lo que me rodea, pero puedo cambiar mi jardín, cuidar mis flores, recoger los cristales en silencio, no dejarme aplastar por nadie. No puedo  volver atrás y protegerme de algún que otro golpe, obligarme a abrir la boca y contestar a todas las preguntas. No es posible, pero sí puedo construírme un camino solitario, tranquilo y sincero que no busque el conocer la verdad constantemente, en el que no duela lo que ya no está y donde entusiasme sin asustar lo que puedo intuir a lo lejos.
.

4 comentarios:

  1. Este diálogo contigo misma es una reflexión en la que más de uno se verá reflejado. Seguramente el camino hacia la felicidad es más sencillo si no la buscamos y tambien si no defendemos a capa y espada a nuestro yo, el que figura en el carné de identidad, es un impostor, un actor de segunda fila que no merece que nos sintamos heridos por él.

    Steppen.

    ResponderEliminar
  2. últimamente no puedo entrar en tu blog, sigo currando pero me voy pal pueblo unos dias a las fiestas, un abrazo. soy josepayan

    ResponderEliminar
  3. Justamente anoche estuve hablando de esto con una amiga, y sí, cada uno tiene una teoría diferente y yo tampoco sé porqué coño estoy aquí. Mi amiga Amalia dice que para coleccionar experiencias y a mi me parece muy poético. No sé, quizá cada uno tiene que buscar su propio motivo para no manchar la almohada de lágrimas cada noche. Un beso y ánimo.

    ResponderEliminar
  4. Buf... entiendo demasiado bien de lo que hablas pero también coincido con esa especie de final un tanto esperanzador... y es que a pesar de todo pienso salirme con la mía como sea. No puedo cambiar el mundo entero (creo) pero sí puedo construir el mío como se me antoje y compartirlo con las personas que realmente yo quiera que estén ahí.

    Intento dejar el pasado atrás... aunque aun hoy ese pasado que duele sigue persiguiéndome. No quiero más personas vacías en mi vida... porque durante un tiempo (demasiado) me hacían convertirme en una de ellas aunque solo fuera por un momento. Porque no veía otras opciones... porque solo tenía eso... ese mundo del que hablas, en el que te encuentras sin que te hayan preguntado antes si es ahí donde quieres estar. Y yo no quería. No me hacía feliz.

    Aish... demasiadas cosas me ha removido esta entrada... y si sigo escribiendo no acabaría... Te dejo un abrazo fuerte fuerte! espero que vuelvas por estos mundos pronto, se te echa de menos. Muakos!

    ResponderEliminar